mayo 15, 2006

Exequia

Otra vez la construcción se desvanece. Pero ya soy otro que el que era. Trabajador, estable, curtido, viejo. Más sociable, más cerrado, demasiado educado para la ira que en mí provocan los que han olvidado sus nuevos o sus viejos dioses y sólo adoran al saldo de su cuenta corriente. Nuevamente estoy solo. La soledad repentina me mueve a la acción. Pero mi edad y mis responsabilidades ya no me dejar hacer nada. Deseo moverme, beber, practicar la locura adolescente de cuando me quedé solo por vez primera. Estoy atado y solo. Me até a un árbol estando acompañado pero ahora se han ido todos y no puedo deshacer el nudo. Se ven personas, pero están atadas también. O acompañadas. O muy lejos. Los días de vacaciones se transforman en tortura. Los días de trabajo se transforman en tortura. Salir es una tortura. El mundo es ya una cárcel. Todo lo que hago carece de utilidad, porque por mi alma se ha levantado una ventisca que me hiela, y se lleva los frutos de mis actos. El nihilismo se me acerca. Me ha encerrado en su dama de hierro. Mi alma sangra, y se desangra. Tuyo ha muerto.

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