junio 02, 2007

Los escritores y la literatura

Desde hace algún tiempo vengo observando que ciertas personas, no sé si ingenuamente, arremeten furiosas contra la élite del mercado novelístico hispano. Según ellos, estos escritores no conocen la gramática, no conocen bien el significado de las palabras y utilizan una estética anquilosada en el pasado, si es que usan alguna en absoluto.
Yo no sé demasiado de literatura; mis lecturas se limitan casi exclusivamente a textos científicos y a las sagas épicas que -según algunos- están dirigidas a un público púber y friki (curiosamente este público púber y friki es casi lo único en este país que utiliza las neuronas para algo que no sea ver la tele y conseguir una mayor rentabilidad). Pero no creo que carezca de gusto, y tengo mi opinión al respecto. Tengo la impresión -por motivos que, desgraciadamente, no debo hacer públicos- de que estos escritores de superventas saben escribir perfectamente, y de hecho, supongo que algunos de ellos serían capaces de formar una dignísima generación de algún año que luego estudiarían nuestros bisnietos.
Sin embargo, aún tengo puntos de acuerdo con las personas que arremeten contra ellos, citadas arriba del todo. El hecho es que la mayoría de la novelas hispanas escritas después de 1950 que han pasado por mis manos no sólo me han parecido más aburridas que una sección de deportes dedicada a la regional preferente de petanca, sino que además no veo nada más allá de la historia que cuentan. Me enseñó mucho más un entrañable libro de mi infancia sobre la vida de los pingüinos que cualquier tostón sobre personas normales a las que les pasan cosas normales contado de un modo normal (o subnormal, en algunos casos). Tampoco disfruto leyéndolo por su estilo, y algo de gusto estético debo de tener, porque la prosa de Quevedo, si bien no me engancha, me parece armoniosa, ingeniosa, muy agradable de leer.
¿Entonces qué ocurre aquí? ¿Personas que saben escribir pero lo hacen mal intencionadamente? ¿O que debido a las prisas se ven obligadas a hacerlo en un tiempo determinado?
En ambas posibilidades se observa un cáncer terminal en el arte de escribir, extrapolable a cualquier arte en general (ARCO es el ejemplo). Y en este reducto comprendido entre los Pirineos y Gibraltar no tenemos mucho que de qué presumir, aparte de los artistas. Si éstos padecen una enfermedad colectiva que les corrompe la creación, ¿qué nos queda?