enero 18, 2010

Por qué no al capitalismo

Desde el punto de vista ético, porque el capitalismo se basa en la competencia, es decir, en la lucha. Los empresarios deben luchar por el dinero, y eso provoca conflictos. Y no sólo entre los que libremente han decidido ser empresarios, sino a veces entre los trabajadores, que, metidos en unos sistemas de ascensos basados en la competencia entre iguales, se ven obligados a pisotear a sus compañeros para no ser ellos los pisoteados.

Desde el punto de vista económico, porque no garantiza el reparto de los recursos. Las empresas que ganan en esa lucha se vuelven más difíciles de batir en el futuro, por lo que cuanto más dinero tienen, más dinero ganan; es una retroalimentación positiva, que da lugar a un crecimiento exponencial; prueba de ello es que existen empresas con un tamaño gigantesco, llamadas multinacionales. La economía de los Estados se vuelve dependiente de dichas empresas, ya que sus quiebras generarían una gran pérdida de puestos de trabajo, y con ello, morosidad, deflación, etc. Esto les da un gran poder, y obligan a los Estados a liberalizar cada vez más sus economías, es decir, a cambiar las condiciones económicas del momento por otras que favorezcan más a las multinacionales, con medidas como privatización de los servicios públicos, abaratamiento de despidos..., medidas todas ellas que crean desigualdades.
También porque el modelo teórico capitalista no se cumple en la práctica. En los sectores donde las empresas deben ser de gran tamaño para prevalecer, como telefonía o construcción de obra pública, necesariamente hay un pequeño número de ellas, insuficiente para que exista una competencia real. La libertad de mercado en estos sectores es una quimera.

Desde el punto de vista cultural, porque somete la producción de arte y ciencia a las leyes de oferta y demanda, en vez de buscar el desarrollo como un fin en sí mismo. El capitalismo no cura enfermedades: las trata, ya que es más rentable un tratamiento prolongado que una cura rápida. No progresa lo que puede, sino que escalona el desarrollo para vender producto en todas las etapas del mismo. No premia al mejor artista, sino al que más vende. No premia al investigador con más talento, sino al que trabaja en los campos que más ganancias proporcionan. El arte y la ciencia ya no son un fin en sí mismas, sino un medio más para conseguir rentabilidad.

Desde el punto de vista personal, porque al estar sometida la economía a los vaivenes de un enorme sector privado, las personas no consiguen tener un oficio. Uno no puede decidir ser orfebre, peluquero, botánico o posadero, sino que debe dedicarse a lo que le dicten las leyes del mercado, o sucumbirá. Crea una sensación de libertad porque el Estado no decide la profesión de la gente, ni apenas pone cortapisas a la actividad empresarial; pero esta sensación es un engaño, porque el individuo se debe someter a las leyes del mercado, que no son dictadas por ningún pueblo ni interpretadas por ningún juez. Así como el ciervo no es libre de pasearse tranquilamente por entre una manada de leones, tampoco un científico altruista será libre de inventar un remedio barato y eficaz contra la obesidad.

En suma, el capitalismo crea una sociedad malvada, injusta e infeliz, a la vez que frena el desarrollo cultural y científico. Por eso el capitalismo debe desaparecer del planeta.